diumenge, 24 de juny del 2012

Cambio de cromos entre militares y Hermanos Musulmanes en Egipto



Reprodueixo aquí un article que, tot i que vell, crec que segueix reflexant bé el que està succeïnt al país.
Article publicat a el bisetmanari Diagonal:

“Agradezco a Alá esta victoria, que es para todos los egipcios”. Mohamed Mursi, el candidato de los Hermanos Musulmanes, se autoproclamaba en rueda de prensa vencedor de los comicios presidenciales celebrados en Egipto los días 16 y 17 de junio.

Lo anunciaba en virtud de los escrutinios de su propio partido y sin que los resultados se hubiesen hecho oficiales. Según estos vencía con el 52,5% de los votos frente al 47% del ultimo primer ministro de Mubarak, el mariscal del aire Ahmed Shafiq. Los partidarios de éste, sin embargo, se mostraban “sorprendidos” ante los resultados anunciados por los islamistas, los cuales rechazaban asegurando que su candidato vencía con el 52,4% de los apoyos. Pese a ello, todos los indicadores apuntan que las urnas del régimen militar coronaban finalmente al candidato islamista como nuevo presidente, tras una dura campaña electoral llena de duras acusaciones cruzadas y nula propuesta política. El nuevo presidente llega con una popularidad bajo mínimos y con una victoria sustentada en el voto del odio y el argumento del “demonio menos malo”.

Baja participación

A la espera de que los resultados se hicieran oficiales, afloraba una enorme duda sobre los indicadores de participación. Pese a que el colegio de abogados anunció una participación cercana al 15% en la primera jornada y después de que todo el mundo destacara una bajísima afluencia a los colegios, las cifras hablaban de una participación superior a la primera ronda y cercana al 50%. Incluso el secretario general de la comisión electoral, Hatem Bagato, a dos horas del cierre de los colegios, había tenido que reconocer una baja afluencia en diversas provincias, que vinculaba al “fuerte calor”, y anunciaba una nueva extensión de los horarios de votación. Era la segunda prolongación en menos de 24 horas. Algo que mostraba el miedo a un fracaso histórico ante las llamadas al boicot por parte de grupos revolucionarios.

Pero el nuevo presidente llega con un nuevo escenario bajo el brazo. El cierre de los colegios coincidía con el anuncio de nuevas disposiciones constitucionales redactadas por el Consejo Superior de las Fuerzas Armadas. Según éstas, el presidente pierde poderes en favor de la Junta Militar, que sigue blindando tanto el control del ejército como el dictado de la transición. Estas son las consecuencias derivadas de lo quemuchos analistas han considerado un “golpe de Estado por la ley”. A dos días de que los comicios presidenciales empezaran, el Tribunal Constitucional ordenaba la disolución del Parlamento y garantizaba la controvertida participación en las votaciones del candidato continuista Ahmed Shafiq. De esta forma, el poder legislativo, hasta entonces en manos de los Hermanos Musulmanes, volvía a la Junta Militar. La disolución del Parlamento dejaba a los Hermanos Musulmanes sin el hasta entonces único bastión.

Los amigos del dictador

El anuncio salía de boca de Farouq Sultan, el hombre que en el año 2009 llegó a la presidencia del Tribunal Constitucional por deseo expreso del dictador Mubarak. Su nombramiento fue visto como un intento de allanar el camino a la polémica sucesión hereditaria del poder en favor de su hijo Gamaal. Sultan allanaba ahora el camino de un golpe de Estado jurídico y garantizaba, además, la presencia en las urnas del régimen supuestamente caído. Lo hacía decretando la inconstitucionalidad de la ley de aislamiento político decretada por el disuelto Parlamento y legalizando la candidatura de Ahmed Shafiq, con más de 24 casos de corrupción pendientes de investigación en la Fiscalía y cuyo último día en el gabinete coincidió con lamasiva destrucción de documentos confidenciales de los departamentos de seguridad del Estado.

El nuevo escenario imposibilita que los militares traspasen el poder antes de la fecha prometida. Cuando el 11 de febrero asumieron el poder, anunciaron un traspaso en seis meses. 15 meses después de la marcha de Mubarak no hay posibilidad de que éste sea traspasado por completo antes del 30 de junio, como rezaban las últimas promesas.

El control total del legislativo

La nueva disposición constitucional asegura un control total del legislativo y un poder amplio sobre el ejecutivo, así como el poder de formar la nueva comisión que redactará la Constitución. Ésta deberá ser aprobada en referéndum y sobre su base se convocarán nuevas elecciones parlamentarias. Un escenario que puede prolongar el control militar de la transición unmínimo de cinco meses más en el mejor de los casos. Pese a criticarla a nivel individual, los Hermanos Musulmanes anunciaron oficialmente que acataban la sentencia y se negaban a retirar a su candidato, como pedían algunos grupos, algo que forzaría un plebiscito presidencial contra Ahmed Shafiq.

El histórico rebelde Hafez Salama expresaba lo quemuchos creen, que detrás de ese silencio se esconde un posible pacto con los militares. Aunque no se sabe si existe acuerdo, el escenario no hacemás que revelar un juego a dos bandas entre militares y Hermanos Musulmanes. La sentencia del tribunal parece política e intenta frenar el intento de la hermandad de acaparar poderes, algo que la Junta Militar parece claro que no va a permitir.

La Hermandad, siempre alejada del pálpito popular y deseosa de agarrar el poder, ha roto numerosas promesas políticas. Prometió no ocupar más del 30% de las sillas del Parlamento y se encuentra con mayoría absoluta; afirmó no acaparar la redacción constitucional y dos comisiones se fueron al garete; además, prometió no solicitar la presidencia y acabó presentando dos candidatos. Sus presiones para formar Gobierno no han hecho más que añadir tensión ante unos militares que parecen haber dicho basta y han optado por un cambio de cromos. Pero esta ecuación evita contar con la base popular de jóvenes revolucionarios, que reclaman un nuevo escenario sin los mismos protagonistas de las últimas décadas. Egipto, mientras tanto, sigue dirimiéndose entre militares y barbudos.

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