Ayer se cumplieron 365 días desde que el pueblo egipcio se deshizo de un lastre de 30 años llamado Hosni Mubarak. Un año después, el raís es noticia por su traspaso a la prisión de Tora, en El Cairo, mientras su juicio parece eternizarse en las largas sesiones de defensa a cada uno de los implicados.
Pero la pregunta que muchos se hacen en Egipto y pocos se atreven a formular es: ¿Dónde está Omar Suleimán? ¿Dónde está el vicepresidente que hoy hace un año comunicaba en televisión la marcha de Mubarak?
Aparte de los fugitivos y los militares, sólo dos hombres parecen haber escapado del enjuiciamiento a los pesos pesados del antiguo régimen. Uno es Suleimán. El otro es su mano derecha y, a día de hoy, aún jefe de la Inteligencia egipcia, Murad Mufawi.
Suleimán, tal como corroboró WikiLeaks, era considerado el hombre de la CIA en Egipto y el más fiel aliado de Israel en El Cairo. Calificado por el Daily Telegraph como "uno de los jefes más influyentes del espionaje mundial", su papel fue clave en el aislamiento político de Hamás en Palestina y, pese a tener algunas reservas, también en el asedio a la franja de Gaza.
Al poco de estallar la revuelta, Suleimán sentenció que Egipto no era un país "preparado para la democracia". Años antes, fue el principal responsable de que su país se convirtiera en una de las bases de aterrizaje de los famosos vuelos de la CIA que entregaban a sospechosos a países aliados de EEUU para ser interrogados allí, en la "guerra contra el terror" de Bush. Por eso se le conocía con el sobrenombre de Torturador en jefe de Egipto.
Mientras Mufawi aún ocupa el mismo despacho del Mujabarat egipcio, en un año, a Suleimán sólo se le ha visto comparecer esporádicamente. Por ejemplo, en el juicio a Mubarak, donde prestó declaración como testigo, en una de las primeras sesiones vetada a los medios "por razones de seguridad". Allí, aparentemente, exoneró de responsabilidad al raís y a sus ayudantes de la muerte de más de 800 manifestantes en las protestas de hace un año. Posteriormente, sólo se le ha mencionado en las pancartas de una manifestación a favor de la Junta Militar, en las que se le pedía que fuera el próximo presidente del país.
Nadie hizo mucho caso a Suzane Mubarak cuando, hace unos días, amenazó a Washington con destapar a sus topos en El Cairo si no mediaba en el juicio contra sus hijos y marido. Nadie hizo caso porque nadie necesita saber unos nombres que todo el mundo conoce. Porque los secretos que la ex primera dama pueda tener no son nada frente a los del hombre que, ayer hace un año, anunció la caída de Mubarak. La pregunta que nadie osa formular a los militares, ni a EEUU, ni siquiera al Mosad israelí es: ¿Qué hay de Omar Suleimán?
Una prisión de lujo
Mientras Suleimán sigue sin ser inquietado, Mubarak es objeto de un trato privilegiado. Cuando algunos medios empezaron a difundir que la matanza de Port Said pudo haber estado orquestada por Gamaal Mubarak y otros miembros del antiguo régimen entre rejas, una comisión parlamentaria pidió el traslado del expresidente, hasta entonces en un hospital militar, a la prisión de Tora y la dispersión de sus colaboradores encarcelados a otros cinco centros de la ciudad. Algunos medios aseguraron enton-ces que Mubarak amenazó con suicidarse y con destapar información confidencial si se hacia efectivo el traslado.
Ayman Nour, quien ya probó durante cuatro años las rejas del régimen por osar desafiar al raís en las elecciones presidenciales de 2005, ironizó: "Lo de Mubarak no es la prisión, es un hotel de cinco estrellas". Y es que en la prisión de Tora le espera una celda en forma de apartamento a prueba de bombas con tres habitaciones, última tecnología médicay servicio personal 24 horas.
La celda de Mubarak es un apartamento con servicio las 24 horas Todo preparado especialmente para él y con un coste superior a 600.000 euros para la maltrecha economía egipcia. Una cantidad que se pretende sufragar ahorrando los 64.000 euros diarios que ha costado cada viaje en helicóptero de Mubarak al tribunal. Sus hijos Gamaal y Alaa se encuentran también en aislamiento penitenciario de alto standing en un anexo de la misma prisión de Tora.
Todos ellos están en la fase de alegaciones de la defensa de un juicio que dura ya cerca de cuatro meses. Un proceso que trajo imágenes históricas, pero que plantea muchas dudas sobre su resolución. Las conversaciones con abogados locales, incluso con aquellos que participan en el llamado "juicio del siglo", suelen conducir a conclusiones parecidas: "¿Cómo vas a juzgar a un tirano permitiéndole que se defienda con las mismas leyes que él mismo ha modelado?" Pero la presión de la calle, que no cesa, puede romper esta ecuación.
La salud del presidente, supuestamente afectado por problemas cardiorespiratorios, sigue siendo objeto de rumores. Su oncólogo ha negado que esté recibiendo quimioterapia, pero no ha dado más detalles. Respecto a las propiedades del raís tampoco se conoce con precisión su valor total. Al parecer, Mubarak se ofreció a renunciar a todos sus bienes a cambio de que no se le procesara, pero no ha trascendido si al final se ha llegado a algún acuerdo.
Lo que sí que se sabe es que Suiza anunció la congelación de los bienes familiares, aunque lo hizo lo suficientemente tarde como para que buena parte de estos ya hubiesen viajado a otros países. Reino Unido, entretanto, ha denunciado la falta de cooperación por parte de las autoridades egipcias para hacer efectiva la solicitada congelación de bienes.
En Madrid, el juicio sobre la extradición, reclamada por Egipto, del empresario amigo de Mubarak Hussein Salem, celebrado en la Audien-cia Nacional, se ha visto marcado por las sospechas de que el inculpado ha evadido bienes en países como Panamá, según denunciaban varias agencias que estudian el crimen organizado.
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