Articulo publicado en e num.163 de Diagonal Periòdico:
Los militares estaban exultantes. No paraban de congratularse por el éxito de participación y por haber llegado a un punto que parecía harto complicado sólo unos días antes. El general Ismail Etman, recurriendo a la épica bélica, comparaba el esfuerzo hecho con el realizado en 1979 en la guerra contra Israel. No importaban la amplia extensión de denuncias de irregularidades en los comicios ni que la participación hubiera sido coaccionada por la amenaza de multas. El calendario marcado por los militares se había impuesto. “Estamos en una guerra” afirmaba Tantawy antes de las votaciones, “y no permitiremos ningún tipo de presión”.
Los resultados confirmaban lo esperado. Libertad y Justicia, la formación de los Hermanos Musulmanes, se lleva una amplía mayoría de votos, seguida por los salafistas del Nour. Los liberales de la Coalición Egipcia van a la zaga en esta primera fase en la que han votado nueve de las 27 provincias del país. La siguiente ronda será el 14 y 15 de diciembre.
En una campaña electoral confusa, con la mayoría de formaciones políticas parando sus campañas por los hechos de Tahrir y sin tiempo para centrarse en un proceso harto complejo, no se esperaba que hubiera sitio para muchas sorpresas. “Voto por los Hermanos Musulmanes porque, francamente, son los únicos a los que conozco” afirmaba una mujer en la cola de un colegio electoral de Alejandría.
Las denuncias de irregularidades llovieron por todos lados, la mayoría recaen sobre formaciones islamistas. Compra de voto, coacción, organización del transporte por parte de partidos, etc. La más generalizada y extendida es el reparto de propaganda electoral en la misma puerta de los colegios, algo que sistematizaron a la perfección los Hermanos Musulmanes. Estos respondieron acusando de fraude a las formaciones Liberales y denunciaron una campaña mediática liderada por el canal Ontv propiedad del magnate copto Nagueb Sawiris, impulsor de la liberal Coalición Egipcia.
Tregua durante los comicios
A pesar de la generalización de las irregularidades, casi todo el mundo se felicitaba por no haberse convertido éste en otro proceso electoral sangriento, como lo habían sido anteriormente bajo Mubarak. Pero muchos creen que ése era también parte del plan militar. “¿Dónde han estado los baltageya estos días de elecciones?” se preguntaba el artista Osama refiriéndose a los populares matones a sueldo. De hecho estos volvían a aparecer, curiosamente, en el mismo instante en que se cerraban los colegios y empezaba el recuento. Fue en un ataque en la plaza Tahrir, que se saldó con 108 heridos en unos enfrentamientos iniciados por una extraña pelea entre manifestantes y grupos de vendedores ambulantes acusados de ser confidentes de la policía.
El periodista Ibrahim Manssur, en una columna en el periódico Tahrir señalaba la connivencia entre militares, policía y matones y se preguntaba si “los baltageya quisieron celebrar el éxito electoral sobre los cuerpos de los manifestantes rebeldes”. La plaza Tahrir, mucho más calmada que en días anteriores, se veía afectada por la borrachera electoral. “Era lo que querían los militares con estas elecciones sin sentido” afirmaba el activista Ahmed Henzawy.
La presión popular
Las elecciones rompieron el ritmo revolucionario de los últimos días, cuando miles de jóvenes salieron a las calles para reclamar la transferencia del poder militar a un gobierno civil. Unas 43 personas murieron y cerca de 2.000 resultaron heridas en fuertes enfrentamientos con la policía.
La plaza Tahrir volvió a ser el centro simbólico de una revuelta que sacudió el país entero desde Alejandría a Asuán. La presión logró, entre otras, la dimisión del Gobierno de Essam Sharaf, aunque el nombramiento de Kamaal Ganzouri, quien ya fuera ministro con Mubarak, provocó igual o mayor rechazo popular.
Pocos miles de manifestantes se concentraban en las puertas del Consejo de Ministros, cercano a Tahrir, para impedir que la toma de poder se hiciese efectiva. Mientras se anunciaban los resultados electorales, los jóvenes de la plaza hacían un nuevo llamamiento a manifestaciones “en honor a los héroes del período de transición”.
“Va a costar un poco, pero volveremos” afirmaba Ahmed. “Los militares siguen allí y nada nos hace pensar que ahora vayan a cumplir lo que antes también prometieron y nunca cumplieron” subraya este manifestante. A la ecuación de un régimen militar que promete ceder el poder el próximo verano y una base de jóvenes revolucionarios que no se lo cree, ahora se suman unos Hermanos Musulmanes que se ven sosteniendo un poder del que han sido apartados durante 90 años. Es una auténtica incógnita saber qué políticas aplicarán.
La mayoría egipcia parece lejana a querer aplicar restricciones wahabitas mientras los representantes de la formación se contradicen entre los que apuestan por la Sharia en todas su extensión y los que hablan de seguir el modelo turco de Erdogan y su versión malaya. El sector turístico se alarmaba ante la posibilidad de una islamización del sector y presionaba a sus trabajadores a votar formaciones seculares. “33.000 millones de dólares están en juego” apunta el presidente de la Federación de Hoteles.
Pero aún quedan muchas dudas sobre qué poderes llegará a tener este futuro Parlamento y especialmente su papel real en la futura constitución. En Egipto ya había muchas voces que le pronosticaban un corto período de vida y, dadas las circunstancias en las que nace, le restaban legitimidad. “Hay razones por las que deberíamos declarar parcial o totalmente inválidas estas votaciones” dice el analista Issand el Armani.
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