Articulo publicado en el Periòdico Diagonal num. 182
Las autoridades egipcias llevan días intentado dar un nuevo aire a la plaza Tahrir. Han removido tenderetes, colocado algunos adoquines y plantado incluso alguna nueva planta. Algunos lo ven como un ataque al mausoleo revolucionario. Otros, como un lavado de cara necesario.
Las autoridades egipcias llevan días intentado dar un nuevo aire a la plaza Tahrir. Han removido tenderetes, colocado algunos adoquines y plantado incluso alguna nueva planta. Algunos lo ven como un ataque al mausoleo revolucionario. Otros, como un lavado de cara necesario.
Sin embargo, ha sido uno de los
últimos retoques el que más ha enfurecido
a los jóvenes activistas. La noche
del 12 de septiembre, la policía
blindaba el trabajo de un grupo de
operarios encargados de borrar los
famosos murales revolucionarios de
la calle Mohamed Mahmoud, contigua
a la plaza. En ellos se mantenía
el espíritu rebelde de la libertad de
expresión a pie de calle y se homenajeaba
con coloridos grafiti a los
cientos de mártires, en especial a los
74 ultras del Ahly que murieron en
el campo de fútbol de Port Said el
pasado febrero. La noticia sorprendió
a propios y extraños puesto que
la Universidad Americana de El
Cairo, propietaria de los muros, había
expresado anteriormente su intención
de no tocar los murales.
“Ataque a la revolución”
En pocas horas los artistas revolucionarios
volvieron a coger sprays y
pinceles y dieron de nuevo color a
los grises muros de Tahrir. “Borrad,
que nosotros volveremos a pintar”
reza como leitmotiv uno de los nuevos
murales. Los activistas no dudaron
en calificar de “ataque a la revolución”
una acción policial que definieron
como “la mejor prueba de la
traición al espíritu del 25 de enero”.
“Éste es el respeto que profesa el
nuevo Gobierno por nuestros mártires
de la libertad?” se preguntaba,
pincel enmano, el joven Ahmed.
El ataque a los murales de Tahrir
se produce pocos días después de
que las fuerzas policiales desalojaran
por la fuerza una acampada de
estudiantes en la Universidad del
Nilo. Esa misma semana también llegaba
la noticia de una nuevamuerte
bajo custodia policial en la provincia
de Daqehleya, donde una semana
antes una manifestación contra la
tortura sistemática en la comisaría
de Meit Ghamer provocaba lamuerte
de al menos un manifestante en
enfrentamientos con la policía. Dos
personas más morían en los enfrentamientos
frente a la embajada
americana en respuesta al controvertido
vídeo sobre Mahoma.
Una oleada de movilizaciones
El fin del verano ha coincidido también
con una de las mayores oleadas
de protestas sociales desde la caída
de Mubarak. El Ministerio de
Interior reconocía haber registrado,
entre primeros de agosto y mediados
de septiembre, 1.409 protestas.
Movilizaciones que se han acentuado
en los últimos días.
El inicio del curso ha traído una
fuerte movilización de profesores y
personal universitario que ha paralizado
buena parte del sector educativo.
Los conductores del transporte
público de El Cairo retomaron la
huelga en diversos garajes después
de que los acuerdos alcanzados con
el Ministerio seis meses atrás no se
hayan aplicado aún. El sector industrial
y sanitario tampoco se quedaban
al margen de la ola de huelgas.
En muchos de estos casos las protestas
fueron respondidas con detenciones
y violencia por parte de las
autoridades. En el caso de los autobuses
cairotas, se detenía al líder sindical
Tareq el Baheiry, provocando
la solidaridad de nuevos garajes que
se sumaban entonces al parón.
Mientras, el Ejército lanzaba a la calle
40 autobuses militares para romper
la huelga. La policía también atacó
una protesta frente al Ministerio
de Agricultura y detuvo a trece trabajadoras,
mientras se abrieron expedientes
a una veintena de profesores
por su implicación en las huelgas.
La Unión de Sindicatos
Independientes denunciaba en un
comunicado los ataques del
Gobierno de Hisham Qandil contra
los trabajadores y afirmaba que se
estaban reproduciendo actitudes de
los tiempos de Mubarak.
Al más puro estilo del antiguo régimen,
los medios de comunicación
estatales criminalizaron las protestas,
un discurso secundado por el
partido de los Hermanos Musulmanes,
ahora en el poder. Hassan Al
Brins, destacado miembro del grupo
islamista, llegó a denunciar que
detrás de las protestas laborales
había un complot contrarrevolucionario
para hacer caer al presidente
Mursi. Piden tiempo para
aplicar el proyecto Nahda que los
islamistas presentaron como caballo
de batalla durante la campaña
electoral, pero muchos activistas
recuerdan los intereses económicos
de la hermandad y temen la
reproducción del antiguo modelo.
Hussein Malek, una de las cabezas
económicas de la formación islamista,
ya ha expresado en muchas
ocasiones que las políticas económicas
del régimen Mubarak no eran el
problema y que éste no era nada más
que la corrupción de su hijo Gamaal.
De hecho, grupos de derechos humanos
alertaban recientemente de
sus temores a que los aspectos sociales
y económicosde lapróxima constitución
no vayan a satisfacer las demandas
populares. La Organización
Egipcia por los Derechos Humanos
ya alertó de los peligros que un borrador
de ley pueda otorgar de nuevo
excesivos poderes sin supervisión
a las fuerzas policiales. Según los
analistas este proyecto esconde una
nueva ley de emergencia encubierta
que podría dar nueva legitimidad a
los viejos abusos del régimen
Mubarak.
OTRA CARRERA
ELECTORAL
Los tribunales
declaran ilegal
el Parlamento
Después de que los tribunales
confirmaran la ilegalidad del
parlamento egipcio y la necesidad
de convocar en breve
nuevas elecciones, las formaciones
políticas están moviendo
ficha. Parece que la experiencia
de los anteriores comicios
marca huella y en las
últimas semanas se ha anunciado
la creación de diversas
coaliciones seculares para
plantar cara a los poderosos
Hermanos Musulmanes, que
ya anunciaron que competirían
por el total de las sillas. Al
menos diez formaciones de
izquierda han creado la
Coalición Democrática
Revolucionaria mientras otro
buen elenco de figuras seculares
se han unido en el proyecto
Corriente Popular, liderado
por el nasserista
Hamdeen Sabahi. Al proyecto
podría unirse el-Dostour, el
nuevo partido del diplomático
el Baradei. Los exmubarakistas
parecen intentar juntar
fuerzas detrás de la figura del
último presidenciable Ahmed
Shafiq, pese a que éste se
encuentra ahora refugiado en
los Emiratos Árabes huyendo
de sus inacabables cuentas
pendientes con la justicia
egipcia. Cerca de 80 antiguos
parlamentarios mubarakistas
forman parte de la citada coalición
de Shafiq. Mientras, los
salafistas del Nour luchan por
mantener la frágil unidad
interna que les llevó a conseguir
tan buenos resultados en
los anteriores comicios.
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